El Gorrión se asoció a la suerte de los humanos, se adaptó con rapidez en las ciudades, a los carruajes de caballos que significaba abundancia de grano e insectos. La llegada del automóvil fue su primer declive por la desaparición de la abundancia de grano. La contaminación, cambios en la agricultura, insecticidas, transgénicos y las ondas electromagnéticas, tal vez sean parte de las causas fundamentales de su paulatina desaparición.
Cada vez es más raro ver el jolgorio de los baños en la tierra o el agua, las abundantes bandadas comiendo semillas en los campos.
Hemos utilizado a las aves en infinidad de situaciones para saber si podíamos sobrevivir en un ambiente determinado; poco a poco el Gorrión desaparece de nuestras vidas y nos debería de hacer pensar que lo que hacemos a la naturaleza, en realidad nos lo hacemos a nosotros mismos.
El Gorrión está distribuido por todo el planeta a excepción de la Antártida. Es originario de Eurasia y del Norte de África y ha sido introducido por el ser humano en el resto de los continentes.
Los machos tienen una mancha negra en forma de babero que cubre parte del pecho y de la garganta, mayor y más visible en la primavera; el dorso pardo rojizo; la frente, píleo (coronilla) y nuca son grises.
Las hembras carecen de colores definidos, son más apagadas que los machos; su cabeza es parda y las cejas son claras. No poseen el babero negro en la garganta de los machos.
Su vida social es en bandadas y es alegre y bullicioso; cuando nidifica defiende el territorio con agresividad, con independencia de que el intruso sea de su misma especie o de otra.
El nido de hierba y plumas tiene un aspecto descuidado, generalmente en tejados, aunque utiliza una amplia variedad de lugares: farolas, muros, huecos en árboles, enredaderas y tendidos de cables. Desde abril a agosto, puede tener de una a cuatro nidadas y el número de huevos oscila de 3 a 7.
Fácil de observar, sin necesidad de medios ópticos, sociable y cercano; difícil de imaginar la existencia humana sin este pequeño compañero.
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